Hace meses que nos habíamos
inscrito a la carrera, creo que fue en enero. Después de mirar fechas en el
calendario, para que pudiéramos coincidir, elegimos esta carrera. Tenía que ser
una de más de 42 km y más de 2000 metros de desnivel positivo, y la carrera
elegida por nosotras fue: LA MARATO DE MONTSERRAT 2016, EL DIA 8 DE MAYO.
Mas allá de la distancia y el
desnivel no habíamos mirado cuando nos inscribimos, hasta hace mas o menos unas
5 semanas antes de la carrera. Al leer toda la información en la página web,
nos dimos cuenta que la carrera tenía unos cortes, para ser exacto tenía 6 en
total. Yo personalmente casi me caí de mi silla al ver los cortes y empecé a
calcular y estudiar la carrera con una intensidad que no era normal en mí. Para
poder correr nuestro objetivo de este año, La Vuelta al Aneto, cada corredor
tiene que acreditar una carrera (del 2016, 2015 y 2014) de más de 42 km y más
de 2000 de desnivel positivo. Yo podía acreditar dos carreras del 2014, pero
Silvia no lo podía, y tenía que terminar la Marato de Montserrat si o si.
Lo mas que se acercaba el día
de la carrera, mas nerviosa me puse solo pensando en los cortes. Me conozco muy
bien, como corredora, y sé que las subidas no son mi punto mas fuerte, y que
necesito tiempo para entrar en un modo cómodo de correr/caminar y afrontar la
carrera. Silvia es contraria a mi, ella empieza, arranca bien y sube con mucha
mas facilidad que yo. Hablamos, intercambiamos whatsapps, emails, hablamos otra
vez, y decidimos mutuamente que esta carrera la haremos solas, en vez de
hacerla juntas y correr el riesgo que yo la ralentizaba demasiado a Silvia y
que ella no llegara bien a los cortes. Ella a su bola y yo también……
El día anterior a la carrera
las chicas, Elena, Silvia y yo, nos ponemos de acuerdo en que color pintar las
uñas. Sera un rojo vivo, para alegrar el día de la carrera. Porque vaya día que
nos espera…. Previsión de lluvia, por lo cual nos preparamos la mochila de la
carrera, con al menos un chubasquero y todo en bolsitas de plástico.
Domingo, 8 de mayo, las 4:30,
me despierto, pero no por el despertador, pero de los nervios. Jolin, me queda
media hora para dormir, pero me resulta imposible coger el sueño otra vez. Me
levanto y empiezo a prepararme para la carrera. A las 6 recojo a Elena y Silvia
y vamos de camino a Collbato. Al acercarnos con el coche vemos a la montaña
mágica envuelta en unas nubes que nos avisan ya de las condiciones
meteorológicas que nos vamos a encontrar. No sé qué pensar. No sé cómo será la
carrera. Los días de una carrera siempre estoy contenta, tengo ganas de
hacerla, y tengo los nervios a tope. Hoy es distinto. Tono llego unos 5 minutos
mas tarde al parking que nosotras, y ya estamos los cuatro del COR completo.
Después de recoger el dorsal, tomar un cafetito e ir al lavabo nos dirigimos a
la salida.
Una vez en la salida, me
olvido de las tácticas que habíamos hablado unos días antes, la táctica de
colocarnos delante en el cajón de salida (que nunca hago), la táctica de no parar
en los primeros dos o tres avituallamientos porque llevo todo el agua y la
comida en mi mochila. Los nervios me tienen en un estado que no se ni como
describirlo. Voy a dar todo, voy a saco y tendré que arrancar mas rápido de lo
normal, lo cual me va a costar mucho. Si no hago eso, no llegare ni al primer
corte de las 09:30. La salida es a las 8 en punto, y salimos disparados.
Cogemos un ritmo alto al salir, lo cual me tiene con la lengua fuera ya desde
el principio. Veo a Silvia que me mira de vez en cuando, y pienso: no nos vamos
a ver mucho en esta carrera. Y efectivamente fue así. Acabo de unos 20-25
minutos de salir, le indico con la mano que siga su ritmo y que no me espere.
Me mira con una cara preocupada, le digo que estoy bien y que tire.
Se fue…. mi compañera y amiga
de entrenos y carreras, se fue… Sola… En búsqueda de llegar a tiempo a la meta
para poder acreditar la carrera para nuestro objetivo final de este año. La vi
subir y subir, con su paso alegre y ligero, mientras yo luchaba ya contra mí
misma. Luchaba contra la salida disparada, contra la subida, contra la lluvia,
y sobre todo contra la hora y media que tenía para llegar al Monasterio de
Montserrat. Al subir al Pla de Sant Miquel, me paso una infinidad de veces por
la cabeza que no iba a llegar al corte, y mentalmente no me ayudó mucho este
pensamiento. Sabía que iba como una de las ultimas en la carrera, lo cual no me
importaba. Lo que era importante era llegar al corte, y después al siguiente.
En el Pla de Sant Miquel había
un avituallamiento, lo cual pase sin parar y empezaba la bajada al Monasterio,
como suelo hacer en bajadas, con un paso acelerado y disfrutándola. Llegué al
Monasterio, y no vi a nadie de la organización. ¿Dónde esta el corte, quien
controla la hora? No había cartel, al menos no la vi. Sin parar empece a subir
las 1200 escalas que me guiaron hasta lo más alto de Montserrat el pico de Sant
Jeroni. Seguía lloviendo y me puse el chubasquero de mi marido. Así lo tenía
cerca de mí, mi marido y mi hija, mis apoyos morales e incondicionales, que me
habían dicho de esperarme en la meta en Collbato. Llevaba un rato subiendo las
escaleras al escuchar otro corredor detrás de mí. Le dije que, si quisiera
adelantar, que le dejaría pasar sin problemas, y la respuesta sorpresa fue: soy
la escoba….
Yo y la escoba … un rato
amable de correr con una persona desconocida que me iba animando que llegaría a
tiempo al siguiente corte. Que persona mas maja, y que bien me fue tener a
alguien con quien poder hablar un ratito. Llegue a la ermita de sant jeroni, y
allí empezaba la última subida antes de llegar al segundo corte. Y que sorpresa
encontrarme a Elena y Tono, bajando de Sant Jeroni, cuando yo subí. Nos
chocamos las manos, deseándonos suerte y seguimos nuestros caminos. El punto más
alto de la montaña mágica, Sant Jeroni, estaba escondido entre las nubes. Hacia
viento y la lluvia no paraba. Subir subir subir, dar la vuelta y bajar bajar
bajar.
Según mi reloj, me quedaban
unos minutos antes de llegar al segundo corte, y así fue, me quedaban 5 minutos
otra vez, antes del cierre del corte. El voluntario me dijo que iba muy justo y
me preguntaba si quería seguir. ¡SI, quería seguir!!! Quería intentar apretar
en las bajadas para acercarme un poco a Silvia, aunque era casi imposible. Quería
terminar la carrera, quería de todo, menos parar en este momento. Empecé una
bajada, lleno de barro, rocas resbaladizas, un corriol estrecho sin final. La
primera caída fue en una roca, me hice daño en la mano, un corte en un dedo, y
rascadas en las piernas. Me levanté y seguí. La segunda caída fue un resbalo en
el barro y me caí de culo. Me levanté y seguí. Ya no tenía ningún trocito de
ropa limpia donde limpiarme las manos, que las llevaba llenas de barro. Me
caigo otra vez, de culo otra vez, y me quedo sentada un ratito reflexionando la
situación en la cual me encuentro. Me empiezo a venir abajo, tengo frio, estoy
mojada, no me veo llegando con tiempo a los cortes. Bajo de culo, en muchas
ocasiones y me empiezo a agobiar y frustrar. En este estado de desmotivación
total llego al avituallamiento del km 15. Un avituallamiento en el medio del
bosque, lejos de un camino normal, lejos de un sitio donde esconderte para la
lluvia, lejos de todo. Allí me cruzo con dos chicos, mojados de arriba hasta
abajo, dos chicos que se convirtieron en mis amigos de la vuelta a la meta.
Allí decido que no quiero seguir así, que voy demasiado justo para los cortes.
Allí decido que abandono. Lloro en silencio, para no mostrar mi frustración al
tomar esa decisión. Allí, en el km 15, abandono…
¿Qué hago? ¿Cómo es eso de
abandonar en una carrera? ¿A quién se lo tengo que comunicar? Me pasan muchas
preguntas por la cabeza. Antes de buscar las respuestas, le mando un mensaje a
mi marido, para decirle que he abandonado. También mando un mensaje al chat que
tengo con Maite y Silvia y les digo emocionada que he abandonada y que nos
vemos en la meta. Maite, como en casi todas las carreras que hago, nos hacia un
seguimiento por whatsapp durante la carrera. Ella es nuestra entrenadora y
quería saber cómo nos iba la carrera. Es una pieza clave en las carreras de
larga distancia, ya que anima, aconseja y en esta carrera me confirmo que había
tomada la decisión correcta. En cuanto tengo cobertura móvil otra vez, me
llegan sus mensajes tranquilizadoras y animadoras. Una voz de conciencia, unas
decisiones sabias, unos consejos prácticos, pero sobre todo la confianza
demostrada desde el principio de la aventura que se llama La Vuelta al Aneto.
Ella estaba convencida que yo iba a llegar bien a los cortes, y yo tenía mis
dudas hasta el momento de la salida de la carrera. Me siento como si lo hubiese
decepcionado, aunque sé que ella nunca se lo tomara así.
Los voluntarios nos indican
como tenemos que volver a la meta, desde allí. Iba a ser toda una aventura.
Bajando por un torrent, siguiendo las fitas, hasta llegar a un cartelito que
indicaba el camino, y después seguir la cinta amarilla en dirección contraria.
Bajando al avituallamiento del km 29. Esa bajada es la subida del km 29 al km
31. Nos encontramos con los corredores que harán esta carrera en 5 horas o
menos. Algunos sin chubasquero, la mayoría sin palos, y todos fuertes de cabeza
y de piernas. Que admiración. Llegada al km 29 le comunico otra vez a una
voluntaria que abandono la carrera, y seguimos una pista forestal de 3 kms al
pueblo. Justo antes de llegar al pueblo, Silvia mande un mensaje, que me hace
llorar. Emocionalmente estoy hecho un desastre en este momento. Llamo a Maite,
lloro un buen rato, y hablamos de mi decisión, que es la correcta, y me da los
ánimos que necesito en este momento.
El vínculo que tengo con
Silvia va más allá de solo entrenar algunos días a la semana. Siempre hemos
dicho que nos complementamos en las carreras. Cuando una se viene abajo, la
otra le anima y seguimos el camino hacia la meta. Esta carrera era un entreno
para nuestro objetivo final de este año, La Vuelta al Aneto en julio 2016. Una
carrera que nos tiene ocupada, con gusto, mucho tiempo libre. Entrenamos de
noche, de mañana, corriendo y en bici.
La mayoría de las carreras las hacemos juntas, porque nos encontramos a
gusto corriendo juntas. El hecho de que me puse tan triste era por no saber
cómo le iba la carrera, de no poder apoyarle si se venía abajo, de no poder
disfrutar de la carrera con ella, y de no poder cruzar la meta juntas. No
dudaba en ningún momento de ella. Ella iba a conseguir llegar a tiempo a los
cortes y entrar gloriosamente en meta. Sabía que ella podría acreditar esa tan
deseada carrera para nuestro objetivo. Mi abandono le afectó a ella, a mí y a
Maite, emocionalmente, por todo lo que ya hemos pasado en los últimos meses en
nuestro camino hacia La Vuelta al Aneto.
En alguna otra carrera me
había pasado por la cabeza de abandonar, de no seguir, de tirar la toalla.
Nunca lo hice, porque siempre encontré la fuerza mental para seguir adelante,
para sacar la energía de terminar la carrera. Me considero una persona fuerte,
tanto físicamente como mentalmente, pero hay días que tanto el cuerpo como la
cabeza no dan para más. Emociones nunca antes vivido, sensaciones cuando iba
corriendo/caminando, que no conocía, lo cual me hizo reflexionar la importancia
personal de llegar o no a la meta. No pudo ser. Domingo 8 de mayo fue así. Abandone
a tiempo en una carrera. No era para mí…
No hay comentarios:
Publicar un comentario